Florence : los 12 lugares que no te puedes perder

La piazza del Duomo está gobernada por la imponente cúpula naranja de Brunelleschi y sus paredes de mármol blanco y verde. Desde lo alto, la catedral de Santa Maria del Fiore impone su majestuosa silueta en todo el paisaje florentino. Construida por Brunelleschi en 1434, el arquitecto deseaba superar la altura de la catedral de Pisa y la de Siena como símbolo de poder sobre las dos ciudades rivales. El edificio, cuyas obras comenzaron en 1296 sobre los restos de una antigua iglesia, está presidido por el gran campanile de Giotto, también recubierto de mármol policromado en armonía con el resto de la catedral. Enfrente del Duomo se encuentra el baptisterio octogonal, sin duda el edificio más antiguo de la ciudad, dedicado a San Juan, patrón de la ciudad. También recubierto con losas de mármol blanco y verde, está decorado con tres puertas de bronce, de las cuales dos de ellas están esculpidas con gran talento por Ghiberti, haciendo de sus paneles del Antiguo y del Nuevo Testamento auténticas obras de arte. La tercera es obra de Andrea Pisano (1330-1336), en la que ilustra escenas de la vida de San Juan Bautista. NON Los originales se conservan en el Museo dell'Opera del Duomo, que también se encuentra en la misma plaza.

Centro del poder político y civil de la ciudad desde el siglo XIII, en esta histórica plaza se encuentra el Palazzo Vecchio, sede del gobierno de la ciudad antes de que los Médici tomaran el poder. El palacio quedará ocupado entre 1540 y 1565, fecha en la que la importante familia se traslada a la otra orilla del Arno, en el Palazzo Pitti. El edificio, con aspecto de fortaleza, presenta una fachada austera de gran riqueza ornamental siguiendo las directrices de Giorgio Vasari durante el gobierno de Cosme I. No te pierdas el Salón de los Quinientos, con sus frescos que ilustran la victoria de Florencia contra Pisa y Siena, y en especial su techo, que representa en sus 39 paneles los episodios más importantes del Gran Duque de Toscana. Visita también el Studiolo de Francisco I de Médici, cuyos frescos evidencian el amor del duque por la alquimia. Al lado del Palazzo se encuentra la Loggia dei Lanzi o Loggia della Signoria, lugar que acogía antaño asambleas y ceremonias. Se trata de un museo al aire libre que expone diversas esculturas al aire libre, como el Perseo de Cellini.

Esta galería es uno de los museos más famosos del mundo, pues ofrece un espectacular recorrido de la pintura italiana desde el siglo XII al XVIII y hermosas pinceladas de otras escuelas europeas, como la flamenca o la alemana. El edificio inicia su construcción a partir de 1560 bajo las directrices de Vasari, y servirá de oficinas (de ahí uffizi) para la administración del gobierno de Cosme I de Médici. Su hijo, Francisco I de Médici, hará del monumento una galería en la que reunirá su colección personal. Es imposible mencionar todas las obras que exponen sus muros. Sin embargo, te aconsejamos los primitivos italianos, las diversas obras de Cimbaue y Duccio y la de los padres del Renacimiento: Paolo Uccello, Piero della Francesca, Rafael, Miguel Ángel o Leonardo da Vinci, sin olvidar El nacimiento de Venus o La primavera de Botticelli.

Aunque la gran presencia de turistas le quita encanto al monumento, no puedes perderte el puente más famoso de Florencia. El Ponte Vecchio, construido en 1345 tras haber sido dañado años antes por una inundación, es famoso por sus casas colgantes, actualmente ocupadas por joyeros y orfebres. Y es que la naturaleza no se ha portado muy bien con el puente. En 1966, el río Arno se desborda y destruye las tiendas del Ponte Vecchio, inunda el subsuelo de la Galería Uffizi, la Biblioteca Nacional y otros muchos monumentos, casas y tiendas, tiñendo la ciudad con una gran capa de barro. En 1565, Vasari diseña la construcción del Corredor Vasariano, un corredor que lleva desde el Palazzo Vecchio hasta el Palazzo Pitti para que Cosme I de Médici pudiese circular con total tranquilidad sin necesidad de mezclarse con la plebe. El Corredor expone a lo largo de un kilómetro una colección de retratos de los Médici, aunque no abre sus puertas con mucha frecuencia. Si tienes la oportunidad, no dudes en visitarlo.

Se trata de una de las iglesias más importantes de toda Florencia. Su construcción empieza en 1279, brindando a las calles de la ciudad una hermosa fachada renacentista de mármol blanco y verde, diseño del erudito Leon Battista Alberti (1404-1472). Este santuario presenta obras de maestros del Quattrocento: La Trinidad de Masaccio (1427), situada en la nave, admirable por su lograda técnica del trampantojo; los frescos de Domenico Ghirlandaio de la Capilla Tornabuoni (1485-1490), que decoran el altar, o los hermosos frescos (1430) del Chiostro Verde—bastante dañados en la actualidad— de Paolo Uccello. No olvides contemplar otra de las joyas del edificio: el gigantesco crucifijo de Giotto, en el que consigue representar con gran talento sobre la madera un Cristo agonizante.

Bienvenido/a al altar de Miguel Ángel, al que se considera como «jefe, padre, guía y reformador de las artes». En enero de 1563, Cosme de Médici firma los estatutos que aprueban la creación de la Academia y Compañía del Dibujo, que desvincula a los artistas de su estatus de «simples artesanos» para dotarles de un carácter más intelectual. Hoy en día, la galería cuenta con algunas de las obras más famosas del mundo, como es el caso del imponente David (1504), símbolo de la fuerza y la independencia de Florencia, que decoró la fachada del Palazzo Vecchio hasta 1873. Tras contemplar la joya de la corona de Miguel Ángel, observa con atención otras de sus obras, como la Piedad de Palestrina y 4 esclavos inacabados para la tumba del papa Julio II: el Esclavo despertando, el Esclavo atlante, el Esclavo joven y el Esclavo barbudo. Descubre las creaciones de otros muchos artistas (Juan de Bolonia, conocido como Giambologna, o Sandro Botticelli), la Gipsoteca Bartolini y otras pinturas de entre los siglos XIII y XVI.

Si la Galería de la Academia reúne todo el talento de Miguel Ángel, este antiguo convento dominico expone la colección de obras más importante de Fray Angélico (1400-1455). San Antonio de Florencia, prior del convento, encarga al religioso florentino la realización de una centena de frescos, especialmente en las 43 celdas de los hermanos. En ellas, Angélico representa la vida de Cristo con modernidad y sobriedad. Cabe destacar la Crucifixión con santos de la sala capitular, La Anunciación —obra maestra de la pintura del Renacimiento situada al final de la escalera que daba acceso al primer piso— y el Juicio Final. Aquí vivieron también el célebre predicador Savonarola (celdas 12 a 14) y San Antonio, que fue arzobispo de Florencia en 1445 (celda 31). Cosme el Viejo (el mayor exponente de los Médici) financió las obras del convento. No te pierdas la biblioteca del museo, con sus libros medievales y sus arcos y capiteles jónicos, que representan a la perfección los cánones del interior renacentista.

Bienvenido al majestuoso santuario de los Médici. En 1418, el patriarca de la dinastía, Giovanni di Bicci, le confía la construcción del monumento a Brunelleschi en el lugar donde, según cuenta la leyenda, se alzó la primera catedral de Florencia (393). Donatello. De esta manera, el arquitecto diseña Sacristía Vieja, auténtica joya del Renacimiento decorada por Donatello. Un siglo más tarde, el Papa León X, hijo de Lorenzo el Magnífico, le pide a Miguel Ángel que finalice el santuario, al que todavía le falta la fachada. Aunque no llega a terminar la obra y la basílica continua sin fachada hasta nuestros días, destaca la realización de la Nueva Sacristía y el comienzo de la Biblioteca Laurenciana, encargada por el Papa Clemente VII, obras que terminaran los discípulos del maestro, ya que este vuelve a Roma. No es hasta el siglo XVI cuando Cosme I encarga la realización de la Capilla de los Príncipes, monumental mausoleo en piedra dura, cuya construcción se lleva a cabo bajo el reinado de Fernando I. Símbolo del poder y la riqueza de los Médici, San Lorenzo acogió los momentos más importantes de la dinastía, así como diversas ceremonias de Estado. El mausoleo de la gran familia pasó por las manos de numerosos artistas de la época. Miguel Ángel, por ejemplo, realizó la tumba de Juliano de Médici y Lorenzo de Pedro, duque de Urbino.

El Jardín de Bóboli es un famoso jardín de estilo italiano situado detrás del Palacio Pitti, con innumerables juegos de agua, fuentes, estanques, anfiteatros, invernaderos y otras estatuas. No te pierdas el Kaffeehaus, un pabellón de gran elegancia de estilo Rococó, y la sorprendente Gruta Buontalenti (finales del siglo XVI), compuesta por representaciones de la naturaleza y la metamorfosis con huecos y estalactitas, evocando un fenómeno natural. Se trata de un entorno que representa a la perfección el típico paisaje toscano, con una exuberante vegetación y múltiples cipreses. No hay sensación más agradable que la de perderse entre sus senderos, alejados del abrasador calor del verano.

A mediados del siglo XVI, el palacio más grande de Florencia fue adquirido por Leonor de Toledo, esposa de Cosme I, que desea adquirir una residencia digna de su posición lejos del Palazzo Vecchio y la vida mundana de la ciudad de Florencia. En 1458 el palacio fue encargado por el banquero florentino Luca Pitti, de ahí su nombre. En 1560, B. Amannati amplía la zona del jardín. Más tarde, el palacio extiende su núcleo en el siglo XVII con la construcción de 200 metros de fachada de sillar almohadillado que esconden espléndidos apartamentos reales. A partir de Fernando I de Habsburgo, el palacio se convierte en la residencia oficial de los grandes duques de Toscana. En el siglo XVIII, la propiedad pasó a manos de la Casa de Lorena, y más tarde a la Casa de Saboya, antes de ser ocupada por el rey Víctor Manuel II mientras Florencia fue capital del reino de Italia.
Hoy en día, el palacio reúne varios museos, como la Galería Palatina, que posee deslumbrantes colecciones de artistas como Rafael, Tiziano o Caravaggio y otros extranjeros como Rubens, van Dyck o Velázquez. Otros ejemplos son el museo de la Moda y el Traje o la Galería de Arte Moderno.

La basílica de la Santa Cruz es para los artistas italianos lo que la de San Lorenzo es para los Médici: un auténtico panteón. En la iglesia franciscana más grande del mundo reposan los restos de Ghiberti, Miguel Ángel, Vasari, Galileo, Maquiavelo, Rossini... La construcción de la iglesia comenzó en 1294 en manos del florentino Arnolfo di Cambio, autor del campanario de la catedral de Florencia, y terminó en el siglo XVI. Tres siglos más tarde se le añadiría la fachada. Las familias florentinas de más alta alcurnia financiaron la construcción del santuario, exigiendo en cambio una suntuosa capilla a su nombre. De este modo, la Santa Croce es testigo de una de las mejores cunas de la pintura florentina del siglo XIV, como es el caso de la capilla Baroncelli, cuyos frescos, obra de Taddeo Gaddi representan la Vida de la Virgen; la capilla Castellani, en la que Agnolo Gaddi (hijo de este último) ilustra las Historias de los santos; la impresionante capilla mayor, con un magnífico ciclo que representa la leyenda de la Vera Cruz (también de Gaddi hijo) o la capilla Bardi y la capilla Peruzzi, que albergan obras de Giotto, aunque, por desgracia, fueron mal restauradas a finales del XVIII. No te pierdas el gigantesco crucifijo de madera de Cimabue (finales del siglo XIII), restaurado tras el terrible desborde del río Arno en 1966, y la Capilla Pazzi, ubicada en el jardín de la iglesia, última obra de Brunelleschi.

Esta es otra de las joyas del Renacimiento que esconde la ciudad toscana. La capilla Brancacci se encuentra en el transepto de la iglesia de Santa María del Carmine. Sus muros están decorados con frescos que ilustran diversas escenas bíblicas. En 1423, el rico mercader de seda Felice Brancacci contrata al maestro Masolino da Panicale para pintar la capilla, aunque la mayoría de los frescos los realiza Masaccio entre 1424 y 1428 y Filippino Lippi (1481-1483). Entre las escenas que representan podemos destacar La expulsión de Adán y Eva del Paraíso terrenal, El bautismo de los neófitos o El pago del tributo, en las que Masaccio pone de relieve su gran técnica realista a través de las expresiones dramáticas y las posturas de los personajes. El pintor cuatrocentista se sigue coronando como uno de los precursores del Primer Renacimiento a pesar de su temprana muerte. No te pierdas sus obras.